En este plácido pueblo ganadero en el litoral nordeste de la República Dominicana, donde los rutinarios apagones nocturnos han acostumbrado a la mayoría de sus 5,000 habitantes a vivir intermitentemente sin luz, Tomasa Martínez, una ama de casa que desconoce su año de nacimiento y no sabe leer, se encuentra entre los privilegiados.
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