
Han pasado tres meses desde que Ángel Sosa caminó 300 kilómetros con una cruz en los hombros para reclamar que las autoridades reconstruyeran las carreteras de acceso a estas comunidades. Desde entonces, su vida ha sido una secuencia de cambios positivos: ahora goza del respeto moral y la admiración de toda la sociedad de Dajabón.
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